22 de marzo de 2017

Capítulo 02


Trabajo en un estudio de diseño. En el mismo lugar desde los 21 años. Vivo de diseñar, más que nada, packaging. Decoro cosas que contienen a otras. Mi oficio tiene mucho de envolver y poner moños. Con eso pago el colegio, los clubes, la prepaga, las expensas, la señora que viene tres veces por semana a limpiar a casa, un crédito hipotecario, un crédito personal, la escuelita de fútbol, ballet, un profesor de guitarra y piano, un profesor de batería, el supermercado y entre otras varias cosas este viaje a Olavarría.


El martes que viene me junto con un amigo que labura en una aseguradora. Me convenció de contratar un seguro de vida. También lo van a pagar los frutos de mi oficio.


No manejo ni tengo auto. Por lo que escucho todo el tiempo me ahorro un montón de plata. Aprendí con los años que el hecho de no manejar no sólo perturba a mi círculo más cercano sino que genera enojo y malestar en personas que apenas conozco. Mi mujer es pintora. Si alguna vez planean comprar un cuadro o sueñan con tener una pequeña colección de arte se las recomiendo. Se llama Lucía. Tengo dos hijos que van al mismo colegio al que fuimos sus papás.


En el estudio donde trabajo hacemos una cosa que se llama Viernes Gourmet. Nos turnamos para cocinar cada quince días. Participamos todos. Desde el dueño hasta el pasante.


Hace varios meses contratamos una nueva recepcionista, se llama Patricia. Es celíaca en un grado bastante alto. Es paradójico pero desde que empezó a trabajar en el estudio los platos de los viernes se hacen cada vez con más harina. Somos apenas una muestra de las cosas malas que pasan, porque si, en el mundo.


El viernes que nos íbamos a Olavarría era Viernes Gourmet. El estudio queda en Olivos. A las 3 nos juntabamos en la oficina de Mauro y Lucas, viajabamos en el auto de Mauro. La oficina queda en Marcelo T. y Libertad. Le pedí a Patricia un remise para las 2 y media. Comí una hamburguesa de cerdo muy cheta y me tomé tres vasos de cerveza. Cuando tocó el timbre el remisero yo ya estaba un poco tocado. Alegre. Me pidió que me siente adelante. Jamás lo haría por motu propio, es algo que siempre me cayó mal. La culpa la tiene mi viejo. Él tiene por costumbre sentarse adelante en taxis, remises, camiones de mudanza, combis y cualquier transporte que venga con chofer rentado. Se sube y se sienta de prepo a la derecha del conductor. Les da charla, los picantéa, tira temas polémicos, se hace el amigo. Si viajás con él, el viaje siempre es raro. Sobre todo si sos el hijo.


Mi viejo tampoco maneja.


El chofer del remise se llamaba Gustavo, tendría entre 20 y 30 años. Él también viajaba a ver al Indio. Se iba el sábado con la novia. Me contó que a él mucho no le interesaba el recital pero que la novia era fan. El prefería La Renga o Callejeros. Dejaban a la hija con los suegros y bien temprano le metían para Olavarría. Se iban a volver apenas terminara el recital, los dos laburaban el domingo. Fuimos hermanos, simulando un ricoterismo que no teníamos. Al pedo, codo a codo, hasta el centro.


Cuando empezó a morir la charla, a la altura de la cancha de River, prendió la radio.


Uy mirá, que justo. Esta canción es del Indio, del último disco me dijo subiendo el volumen.
Me parece que sí, temazo le contesté, pero la verdad no tenía la más mínima idea. La canción era Welcome to the Jungle de Guns N’ Roses. Nos quedamos callados. Nos hicimos los giles. No hablamos más el resto del viaje.

Le pedí que pare en un cajero por Cerrito. Tenía que sacar plata, no tenía un mango. Estaba nervioso no se bien porque, puse mal la clave dos veces y me anularon la tarjeta de débito. Rock.