09 de marzo de 2016

José Luis Cucciufo



Vos estás sentado pancho en la tuya, haciendo tus cosas, en el pasto o en tu casa o en el baño o en tu despacho, sin pensar en nada, no inventaste nada, hacés más o menos los mismo que todo el mundo desde que el hombre habita la tierra.

No le hacés mal a nadie. Podrías estar haciendo cualquier cosa, podrías estar haciendo Gancia en una olla o metiendo Lemoncello casero en el freezer porque tiene tanta graduación alcohólica que no se congela

Estás sentado, en un momento privado, tuyo y normal.

Pero puede pasar, sin que te lo esperes para nada que alguien se meta abruptamente y sin avisar en tu cerebro. Hoy con las nuevas tecnologías, se puede a través de las ondas de tu celular mandar una señal tipo GPS que capture tus pensamientos y los transmita claramente a una computadora. Cuesta una ponchada de guita, pero hacer se puede hacer.

Y no se ustedes, pero si por algo no respondo es por mis pensamientos, después en el día a día con mis actos soy un forro como cualquier otro, pero mis pensamientos son una monstruosidad y una vergüenza. Mis pensamientos están sucios, apestados y enfermos.
A veces, en momentos de reflexión, me pregunto como puede ser que piense semejante cosa, que me pasa, pero después me olvido y sigue rodando la película más insólita del mundo.

Soy una persona afortunada pero poco agradecida. No desagradecida sino poco agradecida, de hecho soy consciente de mi fortuna, de mi suerte. Mis problemas, que muchas veces me nublan y me paralizan, son sencillos, chicos, los que me imagino habituales en un hombre urbano acomodado. No agradezco como debería esa intimidad de poder resguardar hasta el día de hoy mis pensamientos. Hoy, para variar agradezco no haber sido sorprendido, no haber sido violentado por fuerzas extrañas en mi intimidad. Cuando digo fuerzas extrañas pienso sobre todo en mi mamá, mi mujer, alguna de mi hermanas y potenciales secretarias.

Son esas cosas que uno piensa, algunas son boludeces. Esta mañana en el bondi pensaba en que en general nos falta plata. No me hubiera molestado que me sorprendan pensando eso, pensaba en que con lo caro que está El Montañés nos falta plata. Eso necesitamos.

Quiero que exista una cañería de guita. Un tubo que recorra los doce meses del año. Con un flujo de billetes permanente. Y que todo consista, en meter la mano y sacar lo que haga falta. Si tenemos que ir al super, o llamar a un delivery o ir a comer afuera, vamos al tubo. Nunca deberíamos enterarnos de quien llena el tubo, de quien lo hace funcionar, eso arruinaría todo. Eso pensaba.