8 de julio de 2015

Extraterrestres


Cuando llegué al montañés P., M. y D. tomaban cerveza y comían papas a la provenzal. No se sorprendieron al verme llegar pero cambiaron de tema abruptamente.

P. había avisado que no jugaba ni participada de la cena, se fue como vino, entre sombras.

Este último año el gobierno actual, frente a mi sorpresa y la anuencia de casi todos, polarizo conmigo permanentemente. Llegaron hasta cambiarme el nombre, me pusieron un nuevo apodo, que el grupo adoptó enseguida, el secretario R.G. tuvo la malicia de compartirlo con mi mujer, que lo encontró de lo más gracioso, de hecho fue la primera vez en 24 años de relación de pareja que algo que comenta R.G. ella lo encuentra gracioso.

En síntesis para muestra vale un botón, me hicieron pelota.

Pero pasan otras cosas en nuestro basket, cosa que nadie quiere ver.

D. y R.G. se sentaron juntos en la cena post-partido, R.G. estaba emocionado, acababa de recibir un aplauso muy conmovedor de todo El Montañés, conocidos, desconocidos, mozos, cocineros, personal de limpieza, vejestorios timberos, todos. Hasta al más duro de nosotros se sensibilizó con la calidez de semejante gesto. El secretario había pasado una mañana muy difícil, expuesto por sus inadmisibles errores, por el poco apoyo de su líder político y estaba al tanto, obviamente, de la reunión convocada por P. antes del partido. El pobre estaba mal. En ese momento, en ese estado de vulnerabilidad absoluta y soledad R.G. fue abordado por D. con el asunto de los marcianos.

En la mesa estábamos dispuestos, de derecha a izquierda, así:
Yo
L.A.
D.
R.G.
M.
M.S.
C.
M.C.A.

L. se fue rápido, D. y R.G. armaron dupla, y M.C.A., muy expansivo, lideraba el trío a mi izquierda compuesto por M., M.S. y C. Yo quedé bollando.

D. y R.G. hablaban de extraterrestres, los dos afirmaban que creían que existían pero que era imposible que alguien los hubiera visto. R.G. todavía emocionado, y lloraba de a ratos, contaba como se había peleado con su familia porque nueve de diez en una reunión navideña decían que habían visto extraterrestres.

D. todo lo que hacía mientras R.G. le hablaba era reírse, comer más rabas que el resto y darle la razón a cuanta pelotudez R.G. dijera. Y todo frase la encabeza con un "Yo como neurólogo..."

"Yo como neurólogo creo que los extraterrestres existen pero todo aquel que diga que vio uno es un mentiroso"
"Yo como neurólogo siempre digo que todo el que dice que vio un ovni es un pobre idiota"
"Yo como neurólogo...."

R.G. lloraba pero iba recuperando la autoestima a cada "yo como neurólogo" que D. decía.

Pasando la mitad de la cena R.G. estaba insoportable, todo era risas y comentarios sarcásticos a cualquiera que pensará diferente a él.

Lo aplausos (pienso ahora ¿espontáneos?) y D. consiguieron en menos de dos horas darle a R.G. un agrande imposible de soportar.

Un peligro.

M.C.A. en otro sector de la mesa, se esforzaba por que alguien le diera bola, pero R.G. estaba decidido consciente o no de que iba a ser la estrella de noche. D. guardaba silencio, la mecha estaba encendida, su parte del plan cumplida a la perfección.

Son épocas raras, la continuidad del basket pende de un hilo. Hay gente del pasado apalancada en figuras nuevas que están cocinando algo oscuro y con mal olor.

Para cerrar la noche, nos enteramos  por un ex-secretario que la próxima fecha es el 5 de agosto, ¿R.G. cree que esa tarea ya no es digna de su persona? ¿está para cosas más grandes? ¿perdió el norte? ¿se agrandó?

No soy neurólogo pero la noche fría empieza a bajar sobre nosotros, espero de corazón que no sea larga.