14 de diciembre, 2011
















Agua viva.


Llegué a casa a la una, con bastante sueño. Eructando sidra y felicitándome por no haber ido a jugar al pool con Mauro, Enrico, Jorge y el Gallo.
Repitiendo un mal vicio, revisé mails antes de irme a dormir y me encontré con este simpático mensajito:

Hola Verón, me darías un gusto? Tengo el título de la tira de este mes de BDM:
"Y una noche volvió..." Dale, se bueeeno.
Abrazo. ROA

Lo que tienen de lindo los amigos del Gallo, es que uno siempre espera lo peor y después no es para tanto. Quiero decir, yo no elegí a mis amigos, ya estaban ahí, no me quejo, pero es lo que hay. En cambio, se supone, no puedo dar fe, que cuando uno crece va siendo más selectivo con los nuevos afectos. Lo que no explica como alguien en su sano juicio inscriba al Gallo en esa lista.

Porta por ejemplo, con esa cara de asesino serial, resultó ser un gran basquetbolista, osco, enojón. Reaccionó de más, a mi modo de ver, cuando Jorge lo empujó sin pelota violentamente y le puso cara de pillín. Creo que fue la única vez que habló en todo el partido, lo recuerdo por que su frase me causo gran impacto. Dijo: “¿qué me hizo, éste qué me hizo?”. También es cierto que es reprochable que, si te invitan a un lugar, por ejemplo a cenar, vos le quieras cambiar el lugar donde puso la panera o los cubiertos el dueño de casa. Eso quizás no me gustó, esa ligera confianza. Me podrán decir que Roa no es el tipo más educado del mundo, y es cierto.

Bueno, volviendo al tema que nos reúne. La cosa es que no me podía dormir, me metí en la cama y a la hora me levanté, me vestí, agarré la laptop, me tomé un taxi y me fui a tomar algo al Modena de Barrio Norte.

Mi idea era escribir la crónica, ahí, con una cervecita, tranquilo. Pero me quedé dormido, y soñé algo que podría ser perfectamente la crónica de este basket de miércoles. Comparto el sueño con ustedes:

No se si vieron la película “Mi novia Polly” pero el sueño arranca como el principio de la película, en esa misma playa, puro Caribe. Estábamos sentados en la arena mirando el mar, El Dumey y yo. El Dumey, en realidad, inmediatamente mutó en agua viva. Entonces, estábamos sentados mirando el mar, El Dumey, que en realidad era un agua viva y yo.

En el sueño como en la película se acerca un francés desnudo caminando por la orilla para ofrecernos algo. En mi sueño el francés es francés, pero tiene dos cabezas. Una, la de Mauro. Otra, la de Jorge.
La cabeza de Jorge nos pregunta que cosa nos llevaríamos a una isla desierta, la cabeza de Mauro le dice, “Que mentiroso sos” y se va. No me acuerdo o no estaba del todo claro de que manera se va, de que manera abandona el cuerpo, pero la cosa es que lo hace. El Dumey, que no era más agua viva ni Dumey, sino más bien una mezcla entre el Padre Ignacio, un cura que iba a Santiago del Estero con alguno de nosotros, y el Gonchi, le contesta que él se llevaría un bidet portátil. Después Jorge me pregunta a mí, me dice: “¿Vos Lavolpe, qué te llevarías a una isla desierta?”. Cuando iba a contestarle me desperté, pagué y me fuí.

Se cortó el sueño, se desvaneció, y probablemente nunca más sueñe con el francés siamés. Pero supe y se qué le hubiera contestado. Le hubiera contestado que a una isla desierta me llevaría el Basket de los miércoles y una botella de sidra.

Eso, feliz año.